A los buenos empresarios, ¡Va por ellos!
Vivimos en un país que parece que el empresario, en lugar de ser visto como la persona que genera empleo y contribuye a que la economía vaya medioqué, está demonizado.
Creo que va siendo hora de que la gente cambie el chip y sé de cuenta que gracias a ese “patrón” que paga a la seguridad social una cantidad ingente de dinero, esa persona tiene muchos derechos y supuestamente recibirá una pensión cuando se retire (eso si alguna vez se va esta lacra de comunistas que nos gobiernan y vuelve a gobernar el sentido común).
El empresario carga sobre sus espaldas nada menos que a todas las familias de sus empleados. Las decisiones que toma, que no siempre son fáciles, pueden cambiar el rumbo de la empresa hacia el amanecer o el ocaso. ¿Eso los empleados lo ven? En muchas ocasiones ni se lo plantean. Ven su nómina, ven su trabajo como algo rutinario, pero no valoran el esfuerzo que cada día el empresario hace para sacar todo adelante. Yo sinceramente, al trabajador que está constantemente quejándose me lo cargaba, si no fuese porque en este país echar a alguien es más caro que comprarse una casa.
Muchas veces escucho a amigos míos que dirigen grandes empresas lamentarse de la soledad que persigue al empresario. Sí, puede tener un equipo “cojonudo”, pero al final la responsabilidad es de uno mismo. Te pueden regalar palabras de aliento, te pueden aconsejar e incluso guiar en ocasiones. Pero a la cama te vas y los desvelos y tus ojeras en muchas ocasiones tienen nombre y apellido.
Pocos homenajes se hacen a los emprendedores que han levantado este país. Si no fuese por ellos, tendríamos unas empresas de segunda, y no señores, muchas de nuestras empresas juegan en primera división, y algunas en la Champions. ¿Por qué? Porque hubo una persona que se dejó la piel día y noche por sacar adelante sus proyectos.
Debemos diferenciar entre empresario y emprendedor, del latín prehendere, atrapar. Porque muchos de los que hoy dirigen empresas han heredado lo que tienen entre manos y de emprender poquito, más bien mantener y sin sobresaltos.
Se habla mucho de cumplir tus sueños, de perseguir tus ideales. Constantemente estamos rodeados de frases motivadoras, en tazas, en camisetas, en carteles, en tattoos. Y yo me pregunto, hace 50 años… ¿cómo lo hacían para motivarse esos emprendedores que crearon las compañías que van como un tiro ahora? Pues está claro, eran más fuertes, menos flojos, y como he dicho en numerosas ocasiones, salían de casa motivados, que es lo que hay que hacer.
A esos grandes, a aquellos que empezaron con un camión, luego le montaron una grúa, de ahí otro camión, otra grúa, o que empezaron con carretillas, o esos que compraron una plataforma cuando aquí nadie había escuchado hablar de trabajar en alturas, a esos que no les temblaban el pulso a la hora de lanzarse a nuevos proyectos. A ellos les debemos estar donde estamos hoy. Porque ellos tenían esa mezcla de “arriesgarse para crecer” con un “carácter visionario”. Se lanzaban a proyectos sin saber si los podrían hacer. Y nunca se rindieron. Ellos señores, son los auténticos pioneros de “agarrarme el cubata”. Antes nadie decía que no a nada. Hoy en día analizamos, valoramos, volvemos a analizar, consultamos a expertos, y todo para mantener la marcha que nos dejaron los de antaño en muchas ocasiones. Ojo, no siempre, y contamos con algunos emprendedores hoy en día que es para quitarse el sombrero.
Pero seamos realistas, pocas personas se salen del plato, pocos son los que tienen ideas brillantes. Cada vez hay empresarios más parecidos, clones empresarios. Es difícil encontrar una mente brillante que se salga fuera del guión.
También es justo decir que llevamos 3 años que desgastan a cualquiera. Pero si tu no tienes fuerzas para perseguir tus sueños, sé inteligente y humilde, y contrata a alguien que haga que se cumplan esos sueños. No pasa nada por dejarse ayudar y aconsejar.
Este editorial lo quiero dedicar a los que de verdad han conseguido algo en la vida por ellos mismos y no heredado, a aquellos que todavía siguen haciendo funcionar su cerebro para cambiar las cosas y no navegan en pantanos en vez de en mar, para tener cuantos menos problemas mejor. A aquellos que su sacrificio valió la pena. A esos que perdieron muchos momentos, pero ganaron otros tantos que les compensó el riesgo. A los que no sabían que era tropezarse y levantarse, porque era una rutina que tenían interiorizada y no le daban importancia. A aquellos que su grandeza eclipsaba al resto, pero no permitían que nadie se sintiera poco valorado. A aquellos que no sabían lo que era su zona de confort, pero se la pasaron por el forro sin saberlo.
A vosotros, SIEMPRE gracias.
FUERZA Y HONOR.