LA VIDA MOVIDA POR EL TIBURÓN
No sé vosotros, pero ha pasado un mes sin que salga a llorar Sánchez por televisión y como que lo echo de menos, espero con ilusión su “Tercera carta de San Chez a los ignorantes”. Cuando su mujer está a las puertas de declarar, parece que a los socialistas se les acaban las cortinas de humo para entretener a la plebe. Lo de pan y circo, como hacía el Senado romano ofreciendo alimentos a precios bajos y espectáculos gratuitos para controlar a la población, lo tienen bien asumido y saben manipular a las masas como nadie. Lo de los precios bajos no lo han controlado tanto, nos parecemos cada vez más a Suiza, pero oye, que no pasa nada, que somos socialistas, que si hay que pagar más por los alimentos con tal de que no esté la derecha, se hace, que para chulos “nosotres”.
Leía que un 22% de los españoles roza el umbral de la pobreza, ojo, eso sí que son cifras para echarse a llorar y no los problemitas que dice que tiene el flojo de Sánchez.
Los que estamos trabajando vamos a piñón fijo y no somos conscientes de que hay mucha gente que no tiene tanta suerte. Rectifico, hay parte de esa gente que trabajamos, somos conscientes y ayudamos. Pero lo que está ocurriendo, es un despropósito.
Lo que no me cabe en la cabeza es que esa gente que no tiene para llegar a fin de mes, se empeñe en votar a lo mismo. Están padeciendo penurias y no cambian por miedo. Al final el miedo es el mayor de los resortes que mueven una sociedad, y los socialistas y comunistas le han comido la cabeza a la población de una manera brutal, apelando a que, si la derecha viene, esto va a ser una hecatombe. Señores, la hecatombe ya la tenemos encima, vamos directos a ser como Venezuela, con cada vez más control del Gobierno, y a nadie parece importarle.
Me hace mucha gracias ese par de granos que le han salido en el culo a Sánchez, llamados Milei y Alvise Pérez. Desde luego, remueven el avispero como nadie, uno más que otro eso sí. Hacía mucho que no veía a su Sanchidad tan nerviosito. Me encanta.
Afortunadamente, el trabajo marcha, y los alquiladores tienen trabajo. Están con la mosca detrás de la oreja de cuánto durará la fiesta, pero trabajo hay para todos.
Las ventas van por épocas, no hay quien lo entienda, pero de momento también se mantienen.
En todas las reuniones que he estado con alquiladores se respira un buen rollo, que si se mantuviera cuando cada uno se va a su casa, el mercado mantendría mejor los precios.
Todo es buenísimo y risas cuando están juntos, hasta que cada uno llega a su casa y saca los sables.
Porque no nos engañemos, la competencia es buena y saludable, pero hay alguno que no se ha mirado esto de ser empresario y trabajar para ganar dinero. Como se descuide le van a dar el premio al que “tira más los precios sin necesidad y por mucho que se empeñe, su parque sigue lleno”. Esa gente, el día que empiece a bajar el mercado, se acordarán de cuando había faena para todos, pero siempre había que llevarse el trabajo al precio que fuera.
La competencia ayuda para que no te duermas en los laureles. Y hablo de competencia en todos los sentidos, siendo administrativo, siendo mecánico, siendo responsable de zona, siendo directivo…
En Japón consumen mucho pescado fresco y son grandes consumidores de este alimento. Llegó un momento que las costas cercanas a Japón se quedaron sin pesca y los barcos tuvieron que alejarse muchas millas para traer pescado fresco, con lo cual la vuelta se alargaba días. El problema era que el pescado llegaba casi sin vida y su carne no tenía el mismo sabor, por la cantidad de tiempo que los tenían cautivos y sin movimiento.
Una de las soluciones que se les ocurrió fue instalar congeladores en los barcos pesqueros, así podrían pescar y ponerlos en los congeladores.
Sin embargo, los japoneses pudieron percibir la diferencia entre el pescado congelado y el fresco, y como no les gustaba el congelado, tenían que venderlo más barato.
Con gran acierto, pensaron que, si metían un tiburón pequeño dentro de las jaulas, los peces se moverían para luchar por su vida. Y oye, dicho y hecho. Carne jugosa y para vender a un precio coherente con el trabajo realizado.
En nuestro mercado ocurre lo mismo. Muchos empresarios y trabajadores, una vez que llegan a su zona de confort no quieren moverse más. Se acomodan y eso del esfuerzo extra lo ven ciencia ficción. Tener un tiburón en tu tanque te hará espabilar, te hará plantearte nuevas metas, nuevas estrategias, no dejará que te acuestes y descanses en tu éxito empresarial, que normalmente es una euforia que dura poco, si no mantienes una actitud de superación.
El que está en su trabajo en modo robot, viendo a ver que le dan para pasar el día, difícilmente mejorará en su vida. Ten iniciativa y échale narices, aporta, sé cada día mejor.
Es tu elección, puedes ser ese pez que llega sin vida y medio putrefacto, o ese por el que pujan un dineral.
No dejes que la vida pase sin más. Deja huella. Que cuando dentro de un tiempo los que te rodearon echen la vista atrás, tu seas parte de ese pasado que hizo la diferencia.
FUERZA Y HONOR.