Para quienes tuvimos el privilegio de conocer a Joan Pratginestós Congost, hablar de él es hablar de un hombre con mayúsculas: emprendedor, honesto, generoso y trabajador incansable. Fue mucho más que un empresario del Vallès vinculado al mundo de las grúas, fue un alma apasionada, una de esas personas que dejan huella, tanto por lo que hacen como por cómo son.
Joan comenzó su trayectoria empresarial en un momento en que el sector de las grúas empezaba a crecer y transformarse. Con visión y valentía, se adentró en este mundo con una mezcla de amor y respeto por su oficio. No era solo un medio de vida, sino una pasión que cultivó con devoción hasta el final. Para él, cada grúa era un reto, una solución, una oportunidad para hacer las cosas mejor.

A pesar de las exigencias del mundo empresarial, nunca perdió de vista el valor de las personas. Quienes trabajaron a su lado lo recuerdan por su franqueza directa, su trato humano y su generosidad sin condiciones. Joan no solo gestionaba empresas, construía relaciones, basadas en la confianza y el respeto mutuo.
Pero más allá del trabajo, su vida giraba en torno a tres pilares fundamentales: la familia, los amigos y las grúas. Esta combinación, que a muchos podría parecer curiosa, para él era totalmente natural. Y es que cuando una persona ama lo que hace, se nota. Y en el caso de Joan, se notaba en cada gesto, en cada decisión y en cada proyecto que emprendía.
Con este pequeño homenaje queremos recordarlo como lo que fue: una figura clave en el mundo de las grúas, pero sobre todo un hombre bueno, íntegro y apasionado.